martes, 30 de agosto de 2011

VIAJE AL TIROL (Y BAVIERA)

NOTAS:
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Pues no quisiera meter ningún dedo en ninguna llaga, pero la verdad es que este verano me estoy empapando del júbilo de la jubilación. La excusa de este segundo viaje ha sido un concierto del Tölzer Knabenchor en la abadía de Stams, en Austria. En principio iba a ser una estancia tranquila en un aparthotel de un pueblecito a 30 km. al oeste de Innsbruck, pero con tanta belleza alrededor era inevitable estar todo el día de acá para allá.

Wildermieming. Mieminger Plateau.


Pero vayamos por partes. La primera sorpresa fue el aeropuerto. Se llama Memmingen, y está a unos 100 km. al oeste de Munich. Era una base militar hasta hace poco, y lo que podría suponer un inconveniente ha resultado ser para mí la principal ventaja. Las instalaciones son absolutamente mínimas, sin finger, con dos cintas para equipajes y un "duty free" de diez metros cuadrados.



Abadía de Ettal


Pero gracias a eso la facturación, embarque, recogida de equipajes, etc. resultaron de lo más rápido y fluido, y el personal de lo más amable. Claro que dependiendo del destino puede quedar un poco lejano y no sé cómo andará de comunicado, porque yo alquilé un coche a Europcar (sin colas, con una  encargada amabilísima, y un buzón para soltar la llave a cualquier hora que llegases). En cualquier caso, tenedlo en cuenta.


Ötz
Otro tema. El clima del tirol es comparable al de otras zonas alpinas de la misma latitud. Pero hay una peculiaridad: el Föhn. Este es un viento caliente que se da en las laderas de barlovento de algunas montañas, y aunque no es privativo de esta región austriaca, aquí se desarrolla de manera especial. Debido a este viento puede haber varios días en el verano con una temperatura típicamente mediterránea. El día que nos veníamos se anunciaban máximas superiores a 37º en Viena. Claro que si estáis en la montaña, no faltarán bosques umbríos ni lagos para aliviar las calores. Por otra parte las mínimas se mantuvieron siempre en torno a los 15º, lo que nos permitía dormir con edredón.

Stuibenfall. José Ángel.
Stuibenfall. Ötztal.
El valle de Ötz lo teníamos a 15 km. Por lo visto es uno de los más bonitos del Tirol. El pueblecito que le da nombre es un encanto, con sus casitas encaramadas en la ladera, escondiéndose entre el bosque. Por cierto, los típicos chalets alpinos tiroleses y bávaros se diferencian de los suizos por sus fachadas pintadas al fresco con coloridas escenas de contenido folclórico o religioso ("Lüftlmalerei"). En el gusto por las flores sí que se parecen.

Probablemente os suene este valle por la momia de un hombre prehistórico que encontraron en el 91 unos alpinistas alemanes en un glaciar a 3200 m. Ötzi -que así fue bautizado- descansa actualmente a -6º en el museo arqueológico de Bolzano.



Eibsee. Zugspitze (entre nubes)

Otro atractivo de esta zona es la cascada Stuibenfall, un espectacular salto de agua que se inicia en una surgencia con una caída de 150 m. Un sendero bien acondicionado permite subir a varios miradores estratégicos. Otro más: el laguito Piburger See, justo enfrente de Ötz, en una cubeta sobreelevada por encima del valle, escondido entre un bosque mixto de alerces, píceas y hayas.


Isabel y Rocío en Garmisch-Partenkirchen
Chalet en Piburg
Lo primero que vimos en Baviera fue Garmisch-Partenkirchen, famoso por las retransmisiones de salto de esquí de primeros de año. De allí seguimos hacia el norte, y nos encontramos por sorpresa, "en medio del campo" con la enorme cúpula de la abadía de Ettal, fundada en 1330 por Luis el Bávaro.

Fachada "Lüftlmalerei". Oberammergau.
Después llegamos a Oberamergau, donde se celebra una famosa representación de la Pasión cada 10 años, en la que interviene prácticamente todo el vecindario. Los frescos de las fachadas alcanzan aquí su máxima expresión; de hecho la de un pintor local del siglo XVIII, Franz Seraph Zwinck, da nombre a este estilo de decoración (zum Luftl).


Grupo folclórico bávaro. Oberammergau.
De regreso nos refrescamos en el lago Eibsee, cerca de Garmisch y a los pies del Zugspitze, que con sus 2962 m. es la montaña más alta de Alemania. Nada que ver con los picos que vimos en julio en el Valais, pero este viaje iba de valles y lagos. Y por cierto, un poco más adelante nos detuvimos en el Fernsteinsee, uno precioso en un enclave idílico que vimos de refilón en el 2005 camino de la Selva Negra.



Fernsteinsee. Rocío e Isabel.

Innsbruck ya lo conocía. La capital del Tirol es un encanto; a orillas del Inn y flanqueada por el Nordkette y el Patscherkofe. Los fantasmas de Maximiliano, Sissí, Francisco José y María Teresa flotan por muchos de sus rincones. Tuvimos la suerte de escuchar el órgano Ebert de 1558 en la Hofkirche. Es uno de los cinco más famosos del mundo, y sus timbres son realmente exquisitos.

Herzog-Friedrich straße. Innsbruck (desde la Stadtturm)

Goldenes Dachl (Tejadito de Oro) Innsbruck.

Catedral de Santiago. Innsbruck.

Órgano Ebert de 1558. Hofkirche. Innsbruck.

El gran día fue el martes 23. Mi hija y mi mujer ya habían presenciado actuaciones en directo del coro, pero para mí fue la primera vez. Rocío me presentó a la pandilla de amigos y fans de los Tölzer, incluidos los padres de algunos de los miembros.

Abadía Stift Stams.

Tölzer Knabenchor. Daniel Krämer.


El concierto incluía Motetes de Schütz y Bach. El empaste, la sincronía, el dominio de la dinámica llegan a unos extremos casi increíbles, y más  considerando la escasa edad de los ejecutantes. Las intervenciones de los solistas, en particular la de Daniel Krämer fueron maravillosas. Tuve la suerte de compartir mesa con él y su madre en la cafetería de la abadía. También me presentaron al Profesor Gerhard Schmidt-Gaden, fundador y director del mítico coro. Para más información podéis leer la crónica de mi hija Rocío en su blog.

Rocío con el Prof. Gerhard Schmidt-Gaden
Daniel Krämer con el grupo de fans. (Rocío a la izquierda)

El día siguiente visitamos Benediktbeuern, la abadía donde aparecieron los manuscritos de los Carmina Burana. También nos bañamos en otro precioso laguito, el Kochelsee, y seguimos camino hacia Bad Tölz, ciudad que da nombre al coro.


Basílica. Benediktbeuern.
Kochelsee.


Se encuentra en una ladera a orillas del Isar, que forma unas agradables playas de grava bordeadas de césped y árboles, coronada por la Iglesia del Calvario. La Markstraße, calle del Mercado, es una joya. Todas las fachadas están exquisitamente decoradas. En el famoso café Schuler tomamos el no menos famoso Bienestich; no dejéis de probarlo si váis por allí.


Río Isar. Bad Tölz.

Markstraße. Bad Tölz.
José Ángel. Piburgersee.

El último día repetimos en el Piburgersee y a la tarde volvimos a la abadía de Stams, donde nos encontramos una curiosa sorpresa. A 300 m. de la Basílica se encuentra la Brunnentalschanze Stams 8, la más importante pista para entrenamiento veraniego de saltos de esquí. No hay gradas para espectadores ni nada que sugiera un uso público, pero como no había carteles prohibiendo la entrada, me colé y conseguí algunas fotos espectaculares desde el mismo borde de la pista. Es toda una experiencia ver cómo estos modernos ícaros aterrizan silbando a una velocidad de vértigo a escasos metros de tí.

Pista de saltos de esquí Stams 8.
Pista de saltos de esquí Stams 8.

Fue un sorprendente fin de fiesta para un maravilloso viaje, denso, variado, repleto de experiencias enriquecedoras, de pequeñas anécdotas, de vistas espectaculares, que consiguen que una semana te cunda como un mes. Espero que estos datos y estas imágenes os animen a visitar esas tierras a aquéllos que aún no las conocéis. No olvidéis probar la weißwurst (salchicha blanca) con su Weisswurstsenf (mostaza dulce) acompañada de una buena weißbier (cerveza blanca de trigo) y un brezel. Eso sí, para que no se os note que sois "guiris" no olvidéis pedirlos antes de las 12 del mediodía.

¡Ein Prosit!







lunes, 1 de agosto de 2011

Viaje a Suiza



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Es un fenómeno curioso, para el que no tengo una explicación satisfactoria. Casi siempre que enseño fotos de mis viajes a Suiza, o simplemente comento la belleza casi dolorosa de sus paisajes, la gente se siente obligada a espetarme comentarios del tipo “… pues yo no viviría allí…” ***, o “… los suizos son unos cabezas-cuadradas…” etc. etc.


Saas Fee. Circo glaciar. Dom (4.545 m.)

Y los que me lo dicen son más o menos amigos, que probablemente ni han caído en la cuenta de la descortesía en que incurren denostando gratuitamente un país del que acabo de hablar en términos elogiosos. Porque además los que suscriben esos comentarios normalmente no han viajado allí, ni han leído nada sobre su historia o su cultura, sino que se limitan  a repetir unos tópicos que incluso mezclan con los de otros países, como Alemania. (El reloj de cuco es originario de la Selva Negra)

Chamonix. Glaciar de Bosons.

Por otra parte, yo no estoy sugiriendo a nadie que emigre o se nacionalice, o que se case con un nativo… simplemente le digo que tiene unos paisajes dramáticamente espectaculares (y se los enseño). Pero ya puestos, hay otras muchas cosas que me enamoran de Suiza, y que también encuentro en general en el sur de Alemania y en Austria. La primera de todas, y quizás la básica, es el sentimiento de lo social que impregna todos sus comportamientos.

Grands Montets, Grand Charmoz, Aiguilles Vertes desde Aiguille du Midi
Para el individuo centroeuropeo lo colectivo no pertenece a una entidad abstracta y ajena, sino a él, personalmente, y él debe cuidarlo, respetarlo, mantenerlo limpio, (y además se encarga de que los demás también lo hagan).

Escaladores subiendo a la Aiguille du Midi
 
Aiguille du midi (3.842 m.) Mont Blanc (4.810 m.)
Su civismo parecería ciencia ficción en un país como el nuestro; puedes dejar una bicicleta supercara toda una noche en un callejón sin ningún candado con la tranquilidad de que no te la robarán. Las oficinas de objetos perdidos se llaman “de objetos encontrados”.

Aiguille du Midi (3.842 m.)

Luego viene otro de los temas, la relativa carencia de grandes maestros en las disciplinas artísticas. De acuerdo, hemos tenido mejores pintores, escultores, escritores.. pero esa ventaja cultural se quedó anclada prácticamente en el barroco. Véanse las agendas de eventos musicales, teatrales, etc. de cualquier pequeña ciudad suiza de menos de 20.000 habitantes.

Montañeros hacia el glaciar de Argentière.


Bien, no quiero convertir esta entrada en un panegírico. Mi intención era simplemente enseñar unas cuantas fotos y escribir unos breves comentarios de mi reciente cuarto viaje por tierras helvéticas.

Col del Gran San Bernardo (2.469 m.)

Este año hemos recorrido básicamente el Valais (Wallis, en alemán). El cantón coincide prácticamente con el valle superior del Ródano, desde su nacimiento hasta el lago Léman. La mitad occidental es francófona mientras en la parte alta del valle se habla un dialecto alemán. Tiene un clima especial, casi mediterráneo en algunas zonas, que le permite cultivar vid y frutales (los arcenes de las carreteras están plagados de puestos de venta de albaricoques).


Isabel y Rocío hacia el glaciar de Argentière.

Pero no fueron estas delicias gastronómicas las que me llevaron allí, sino los 51 picos de más de 4000 m. de altitud, incluyendo el más alto de Suiza, compartido con Italia (Dufourspitze, 4634 m.), el más alto comprendido íntegramente en el país (Dom, 4.545 m.) y el tercero, y quizás más conocido por su llamativo perfil (Matterhorn o Cervino, 4.478 m.)

Isabel y Rocío en las Gorges du Durnand (Martigny)

La primera mitad del viaje estuvo centrada en Fully, un pequeño pueblo de viticultores a orillas del Ródano, cerca de Martigny. Se trataba de una plaza estratégica que me permitía desplazamientos a los cuatro puntos cardinales. Desde allí viajamos a Chamonix (Francia), al oeste, Aosta (Italia), al sur, Sion y Crans-Montana al este y Gstaad y Montreux al norte.

Castillo de Chillon, Montreux.


A Chamonix fuimos en tres ocasiones, y la verdad es que el macizo del Mont Blanc bien las mereció. Los teleféricos para la Aiguille du Midi (3.842 m.) y Les Grands Montets (3.300) te permiten sentir parte de la emoción del alpinismo sin los riesgos ni el esfuerzo, aunque un poco de pájara por la falta de oxígeno no hay quien te la quite. Las vistas de las cimas más altas de Europa, incluído el Mont Blanc, son inenarrables.

Rocío. Chalet Les Foises. 1705. Rougemont.


También es espectacular la vista del Mer de Glace desde el mirador de Montenvers (1.913 m.), a donde se llega con un tren cremallera. Resulta muy triste comprobar el tremendo retroceso del hielo en tan poco tiempo. Ahora, desde la estación hay que tomar un teleférico y descender una escalera de 300 peldaños para alcanzar el glaciar, donde se taladran grutas en el interior para los turistas.

José Ángel. Allalin (3.500 m.). Allalinhorn (4.027 m)

La propia ciudad es muy bonita, el típico pueblecito alpino con chalets cuajados de flores y con el apabullante telón de fondo de los picos y los glaciares.

Crans-Montana

Gstaad y Crans-Montana son centros para turismo de alto standing, el primero centrado en el esquí y el segundo en el golf. Los paisajes no son tan espectaculares. Me encantaron los pueblecitos de Les Diablerets, al pie del macizo homónimo, y Rougemont, cerca de Saanen, con chalets históricos de los siglos XVI y XVII.
Isabel en Montenvers. Mer de Glace.

Sión es la capital del Cantón. Es sede episcopal y tiene un aeropuerto que en realidad es una base militar, pero con usos civiles, fundamentalmente en invierno. Hicimos una visita rápida a la basílica de Valère, encaramada a un cerro desde donde se disfruta una buena panorámica de la ciudad.


Breithorngletscher desde Riffelberg.

Aprovechando unas lagunas de desbordamiento del Ródano han montado una zona municipal de recreo llamada Les Îles, muy agradable para una tarde de descanso tras las caminatas. A cinco kilómetros al este, la cueva subterránea de Saint Léonard, la más grande de Europa. Se hace un recorrido en barca de remos.


Monte Rosa (4.634 m.) Liskamm (4.527 m.) Castor (4.223 m.)
Polux (4092 m.) Grenzgletscher, desde Gornergrat 3.089
La segunda mitad, en la parte “alemanique”, tuvo por sede Saas Fee. Se trata de un pueblecito de 1.600 habitantes situado a 1.800 metros de altitud en el centro de un grandioso circo glaciar coronado por algunos de los picos más altos de Suiza (hasta 18 cuatromiles). No circulan vehículos, salvo los cochecitos eléctricos de que disponen los hoteles para trasladar a los clientes gratuitamente desde el gran parking que hay a la entrada.



José Ángel. Matterhorn (4.478 m.) Unter Theodulgletscher

Un teleférico en dos fases seguido de un “Metro Alpino” (récord mundial de altura) te llevan cómodamente a 3.500 metros, a la falda del Allallinhorn (4.027 m.), en medio de las pistas de esquí veraniego y al inicio del camino de los montañeros que van a la cima.

Weisshorn (4.512 m.) desde Gornergrat.
Por el valle de Saas hay otros pueblecitos encantadores con sus cascadas, sus bosques y sus chalets, como Saas Balen y Saas Almagell.

Allalingletscher

Resumo, que me va a quedar muy largo.
En el valle paralelo al oeste del Saastal se encuentra Zermatt. Allí tampoco circulan coches, pero además es que no se puede llegar con vehículo propio. Hay que estacionarlo en Täsch, a unos 6 kilómetros y seguir en tren. Allí se coge un cremallera que te sube al Gornergrat, con una visión espectacular a 360º de 24 cuatromiles, incluídos el Monte Rosa y el Matterhorn, y varios glaciares, como el Gornergletscher.


Trompas Alpinas (Alpenhorn). Zermatt.
Pero esto no era todo. A unos 50 km. de Saas Fee, en Fiesch, se toma un teleférico que te sube al Eggishorn, aproximadamente a la mitad del recorrido del Grosser Aletschgletscher, el mayor glaciar de los Alpes (23 km. de longitud). Desde el mirador, en plena curva, se contempla en toda su extensión, junto con picos como Jungfrau, Aletschhorn, Mönch y Eiger.


Terraza. Saas Fee.

La “tercera mitad” del viaje consistió en un par de noches en Ginebra. Esta ciudad superó mis espectativas. No es una urbe monumental del nivel de otras grandes ciudades europeas, pero pese a su modestia tiene muchos rincones encantadores.

Isabel y Rocío en el Eggishorn (2.926 m.) Aletschgletscher (23 Km.)


Edelweiß. Flor nacional suiza.

Por citar algunos tópicos, la place Bourg de Four, la Catedral, el paseo a la orilla del lago Léman, con su espectacular Jet d’Eau, el parque de La Grange y sus magníficos rosales, la Promenade des Bastions con el muro de los Reformadores, etc.



Théatre de l'Orangerie. Parque de la Grange. Ginebra
Suiza es un país caro, pero hay que considerar que tenía la 4ª mayor renta per cápita del mundo en 2008 (67.385 $ USA, frente a la española de 35.331 $.) Por otra parte los servicios públicos -incluidos especialmente los transportes- son de una excelente calidad.

Cathédrale Saint Pierre. Ginebra.

Tienen además un sistema de democracia “directa” que a mí me parece especialmente envidiable, y un amor a su cultura, a su paisaje, a la belleza, al orden, que algunos podrían tachar de conservadurismo, pero en mi modesta opinión hay cosas que bien vale la pena conservar.

Jet d'eau. Lago Léman. Ginebra.
 Para terminar os recuerdo que Suiza no intervino en ninguna de las dos Guerras Mundiales, aunque no sé si alguno de los lectores pensará que esto es algo que se les debe reprochar.

Isabel y Rocío ante el Muro de los Reformadores. Ginebra.

                                                            Üf widärlüegä!


PS: Podéis ver algunas fotos más, situadas en el mapa, en mi página de Panoramio, pulsando AQUÍ

***Algunos personajes ilustres que sí quisieron vivir en Suiza: Albert Einstein, Richard Wagner, Charles Chaplin, Leon Tolstoi, James Joyce, Mary Shelley, Hermann Hesse, Friedrich Nietzche, Balthus, Elias Canetti, Ernest Hemingway, Lenin, Isabel de Habsburgo (Sissi)…