viernes, 17 de agosto de 2012

MON P’TIT TOUR DE FRANCE

(Como siempre, las palabras en gris son enlaces que podéis abrir. Al pinchar sobre una foto se abre abajo un pequeño índice)










Este verano he dado una tregua a mis queridas montañas y me he bajado a la llanura. Me he movido por Normandía y el valle del Loira, y aunque temía que iba a añorar mis blancas cumbres, la verdad es que ha resultado ser un viaje encantador y muy gratificante.

Rouen. Gros Horloge.






El primer consejo, el aeropuerto. Beauvais (Paris-Beauvais-Tillé) está a 70 km en línea recta al noroeste de Paris, y a otros 70 al este de Rouen. Tiene todas las ventajas de un aeropuerto pequeño, en cuanto a accesibilidad, orientación, rapidez de embarque, recogida de equipajes, etc., y sobre todo inmediatez en la retirada del coche de alquiler y en la salida a la carretera. Si además vuestro destino es la costa, como en mi caso, miel sobre hojuelas.

 
Catedral de Rouen desde el Gros Horloge
La otra recomendación es que no tengáis pereza en pernoctar en muchos hoteles: os ahorráis kilómetros y optimizáis el tiempo. Nosotros estuvimos en cinco, y nos vino perfectamente.

Rouen. Iglesia abacial de Saint Ouen

Mi primera parada fue Rouen. Más que nada por no ir a Normandía del tirón, después del cansancio del viaje. Pero valió la pena. No hay que perderse su famosa Catedral,  (aquí podéis ver sus vitrales) pintada 30 veces por Monet, y donde reposan los restos de varios duques de Normandía, como el propio Rollon, así como el corazón de Ricardo Corazón de León.



Ricardo Corazón de León. Catedral de Rouen
 
La iglesia abacial de Saint Ouen, que mucha gente confunde con la catedral, contiene entre otras cosas el último órgano construido por Cavaillé-Coll en 1890, y que es uno de los más grabados del mundo. La Iglesia de Saint Maclou es una preciosidad, pero la estaban restaurando y no pude ver ni la fachada. Muy interesantes también el antiguo Parlamento de Normandía, la place du Vieux Marché, le Gros Horloge, etc. Pero en cualquier caso, no dejéis de pasear por las callejuelas con sus viejas “maisons a colombages”, las típicas fachadas entramadas.


Place du Vieux Marché. Rouen

De allí nos fuimos a Bayeux, destino del intercambio de los estudiantes de francés de nuestro Instituto Rodríguez Marín. Escogimos este lugar por su situación estratégica respecto a las costas normandas y por su famoso Tapiz, que fue lo primero que visitamos.

Tapiz de Bayeux. Cometa Halley


No os lo perdáis si vais por allí. Es una de esas piezas que te produce auténtico vértigo histórico, entre otras cosas por el excelente estado de conservación de un material tan frágil. Básicamente es un “cómic” del siglo XI sobre la batalla de Hastings, de 70 metros por 50 centímetros, con infinidad de escenas llenas de primorosos detalles.


Catedral de Bayeux. Fachada


Yo, en el crucero de la catedral de Bayeux

No hay que dejar de visitar la Catedral y pasear por sus callejuelas y por la orilla del Aure, donde se encuentra un antiguo molino de curtidores.

Río Aure. Antiguo molino de curtidores. Bayeux.

Casa del siglo XIII. Rue des Cuisiniers. Bayeux.

Desde Bayeux visitamos los lugares del desembarco del 6 de junio del 44, desde Arromanches-les-Bains hasta Colevilles-su-Mer. Vimos los restos del puerto artificial de la playa Gold, la batería alemana de Longues-sur-Mer, los búnkers de Omaha Beach y el cementerio americano. Resultó sobrecogedor, pese a que nos hizo un espléndido día que invitaba al baño. 

Yo, en un cañón de la batería alemana de Longues-sur-Mer

 En Port-en-Bessin nos tomamos unas exquisitas -y baratas- ostras con una sidra normanda con gas. Hay algo en Normandía que me recuerda Asturias. Por cierto, no dejéis de probar el queso Camembert, pero con con denominación de origen de la zona, y preferiblemente del Pays d’Auge.
Port-en-Bessin

  También es de por allí el Calvados, un singular aguardiente de sidra. Y ya que me lío con la gastronomía, son muy populares los mejillones (moules frites), a la marinera, a la normanda… Te sirven una olla entera y a buen precio. Los escargots a la Bourguignonne (caracoles) no son precisamente baratos (cada unidad cuesta más que una ostra), pero están exquisitos, y un día es un día…



Monumento a Patton. Avranches

De allí nos fuimos a Avranches, pueblo que no conocía de nada, pero que era simplemente una buena base para visitar el Mont-Saint-Michel. Se puede ver la iglesia de San Gervasio, del siglo XVII, el “Donjon” o torre del homenaje, el Jardín Botánico y una serie de monumentos conmemorativos del desembarco, como el de la plaza Patton, con un busto del general y un M4 Sherman.


Isabel ante el Mont-Saint-Michel

Isabel en el Claustro de la Abadía del Mont-Saint-Michel

En la visita al Mont-Saint-Michel no me encontré con las colas y aglomeraciones que temía. Están reformando los accesos para recuperar la insularidad del monte, de modo que ahora los aparcamientos están en tierra firme y desde allí las “navettes” te llevan gratuitamente a la Abadía.

Vacas ante el Mont-Saint-Michel

Islote Tombelaine desde el Mont-Saint-Michel. (Observad los grupos de excursionistas)


 Una de las cosas que me impresionó del sitio es la increíble marea. La pillamos abajo del todo, y el agua quedaba a unos 10 km. Puede subir a una velocidad de 6,5 km por hora, fenómeno que ha costado a vida a algún que otro incauto.

Yo en la tumba de Leonardo. Castillo de Ambois

Castillo de Ambois

Castillo de Clos-Lucé

La siguiente etapa nos llevó al valle del Loira, concretamente a Amboise. No teníamos referencias, pero era un pueblo pequeño (manejable) donde se encontraba uno de los castillos que me interesaban, y a 12 km de otro (Chenonceau).

Yo. Castillo de Chenonceau

Aposentos de Diana de Poitiers. Chenonceau

Aposento de las cinco reinas. Chenonceau

Castillo de Chenonceau


 En el primero tuve un emocionante encuentro con la tumba de mi admirado colega Leonardo, y en el segundo disfruté del magnífico entorno y los lujosos interiores. También visitamos Chambord, el más grande de todos, con la famosa escalera de doble hélice que se cree inspirada en una idea de da Vinci, y los de Blois, Chaumont-sur-Loire y Clos-Lucé aunque estos tres sólo por fuera.

Galería del Castillo de Chambord

Castillo de Chambord
 

No quiero extenderme aquí con descripciones de los contenidos, así que me remito a los enlaces que incluyo; sí quiero comentaros que son visitas francamente recomendables.


Maison des acrobates. Blois. 1470.

Castillo de Blois

Castillo de Chaumont-sur-Loire

Chartres fue un destino circunstancial, pensado en principio para romper en dos el viaje de regreso al aeropuerto, y como alternativa a Orleans que cogía más a trasmano. Pero resultó ser una magnífica idea. Ya la imponente Catedral de Notre Dame (ver aquí más datos)basta y sobra para justificar la visita.

Catedral de Chartres. Vitral de la Encarnación. Pórtico Real. Siglo XII.

Catedral de Chartres. Rosetón norte. Donado por Blanca de Castilla. s. XIII
Notre Dame de la Bèlle Verrière. Catedral de Chartres

Centro del laberinto.Catedral de Chartres
 
Sus más de 2.600 m2 de superficie de vidrieras, la mayoría de los siglos XII y XIII, (originales) son absolutamente sobrecogedores. El famoso “azul de Chartres” -azul de cobalto- se puede disfrutar especialmente en muchas de las obras que han sido limpiadas recientemente, como la inefable Notre Dame de la Bèlle Verriere. Además hay más de 3.500 estatuas, y el famoso laberinto del suelo de la nave, que tantos títulos de novelas esotéricas ha producido.

Pórtico norte. Catedral de Chartres

Fachada oeste. Catedral de Chartres

Pero Chartres no es sólo la Catedral. Me sorprendió cómo se conservaba una gran cantidad de casas históricas alrededor, lo que permite que el edificio goce de unas magníficas perspectivas. Las callejuelas que bordean el río Eure, con sus puentecitos y los muros de las casas lamiendo las aguas nos evocan una pequeña Venecia. Abundan las fachadas à colombage, como la de la Maison du Saumon, o las de la calle Chantault.

Isabel. Río Eure. Chartres

Río Eure. Chartres
 
Como despedida, por la noche nos ofrecieron un precioso espectáculo de luminotecnia con proyecciones sobre la fachada de la Catedral.


Juegos de luces. Fachada de la Catedral de Chartres


En resumen, no me ha ido nada mal en la llanura. Os recomiendo este viaje, entre otras cosas por la gran variedad y riqueza de experiencias que ofrece. Para cualquier consulta que tengáis, ya sabéis que mi vena didáctica no ha muerto con la jubilación, de manera que no dudéis en pedirme la información que necesitéis.

À toute à l’heure!