lunes, 1 de agosto de 2011

Viaje a Suiza



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Es un fenómeno curioso, para el que no tengo una explicación satisfactoria. Casi siempre que enseño fotos de mis viajes a Suiza, o simplemente comento la belleza casi dolorosa de sus paisajes, la gente se siente obligada a espetarme comentarios del tipo “… pues yo no viviría allí…” ***, o “… los suizos son unos cabezas-cuadradas…” etc. etc.


Saas Fee. Circo glaciar. Dom (4.545 m.)

Y los que me lo dicen son más o menos amigos, que probablemente ni han caído en la cuenta de la descortesía en que incurren denostando gratuitamente un país del que acabo de hablar en términos elogiosos. Porque además los que suscriben esos comentarios normalmente no han viajado allí, ni han leído nada sobre su historia o su cultura, sino que se limitan  a repetir unos tópicos que incluso mezclan con los de otros países, como Alemania. (El reloj de cuco es originario de la Selva Negra)

Chamonix. Glaciar de Bosons.

Por otra parte, yo no estoy sugiriendo a nadie que emigre o se nacionalice, o que se case con un nativo… simplemente le digo que tiene unos paisajes dramáticamente espectaculares (y se los enseño). Pero ya puestos, hay otras muchas cosas que me enamoran de Suiza, y que también encuentro en general en el sur de Alemania y en Austria. La primera de todas, y quizás la básica, es el sentimiento de lo social que impregna todos sus comportamientos.

Grands Montets, Grand Charmoz, Aiguilles Vertes desde Aiguille du Midi
Para el individuo centroeuropeo lo colectivo no pertenece a una entidad abstracta y ajena, sino a él, personalmente, y él debe cuidarlo, respetarlo, mantenerlo limpio, (y además se encarga de que los demás también lo hagan).

Escaladores subiendo a la Aiguille du Midi
 
Aiguille du midi (3.842 m.) Mont Blanc (4.810 m.)
Su civismo parecería ciencia ficción en un país como el nuestro; puedes dejar una bicicleta supercara toda una noche en un callejón sin ningún candado con la tranquilidad de que no te la robarán. Las oficinas de objetos perdidos se llaman “de objetos encontrados”.

Aiguille du Midi (3.842 m.)

Luego viene otro de los temas, la relativa carencia de grandes maestros en las disciplinas artísticas. De acuerdo, hemos tenido mejores pintores, escultores, escritores.. pero esa ventaja cultural se quedó anclada prácticamente en el barroco. Véanse las agendas de eventos musicales, teatrales, etc. de cualquier pequeña ciudad suiza de menos de 20.000 habitantes.

Montañeros hacia el glaciar de Argentière.


Bien, no quiero convertir esta entrada en un panegírico. Mi intención era simplemente enseñar unas cuantas fotos y escribir unos breves comentarios de mi reciente cuarto viaje por tierras helvéticas.

Col del Gran San Bernardo (2.469 m.)

Este año hemos recorrido básicamente el Valais (Wallis, en alemán). El cantón coincide prácticamente con el valle superior del Ródano, desde su nacimiento hasta el lago Léman. La mitad occidental es francófona mientras en la parte alta del valle se habla un dialecto alemán. Tiene un clima especial, casi mediterráneo en algunas zonas, que le permite cultivar vid y frutales (los arcenes de las carreteras están plagados de puestos de venta de albaricoques).


Isabel y Rocío hacia el glaciar de Argentière.

Pero no fueron estas delicias gastronómicas las que me llevaron allí, sino los 51 picos de más de 4000 m. de altitud, incluyendo el más alto de Suiza, compartido con Italia (Dufourspitze, 4634 m.), el más alto comprendido íntegramente en el país (Dom, 4.545 m.) y el tercero, y quizás más conocido por su llamativo perfil (Matterhorn o Cervino, 4.478 m.)

Isabel y Rocío en las Gorges du Durnand (Martigny)

La primera mitad del viaje estuvo centrada en Fully, un pequeño pueblo de viticultores a orillas del Ródano, cerca de Martigny. Se trataba de una plaza estratégica que me permitía desplazamientos a los cuatro puntos cardinales. Desde allí viajamos a Chamonix (Francia), al oeste, Aosta (Italia), al sur, Sion y Crans-Montana al este y Gstaad y Montreux al norte.

Castillo de Chillon, Montreux.


A Chamonix fuimos en tres ocasiones, y la verdad es que el macizo del Mont Blanc bien las mereció. Los teleféricos para la Aiguille du Midi (3.842 m.) y Les Grands Montets (3.300) te permiten sentir parte de la emoción del alpinismo sin los riesgos ni el esfuerzo, aunque un poco de pájara por la falta de oxígeno no hay quien te la quite. Las vistas de las cimas más altas de Europa, incluído el Mont Blanc, son inenarrables.

Rocío. Chalet Les Foises. 1705. Rougemont.


También es espectacular la vista del Mer de Glace desde el mirador de Montenvers (1.913 m.), a donde se llega con un tren cremallera. Resulta muy triste comprobar el tremendo retroceso del hielo en tan poco tiempo. Ahora, desde la estación hay que tomar un teleférico y descender una escalera de 300 peldaños para alcanzar el glaciar, donde se taladran grutas en el interior para los turistas.

José Ángel. Allalin (3.500 m.). Allalinhorn (4.027 m)

La propia ciudad es muy bonita, el típico pueblecito alpino con chalets cuajados de flores y con el apabullante telón de fondo de los picos y los glaciares.

Crans-Montana

Gstaad y Crans-Montana son centros para turismo de alto standing, el primero centrado en el esquí y el segundo en el golf. Los paisajes no son tan espectaculares. Me encantaron los pueblecitos de Les Diablerets, al pie del macizo homónimo, y Rougemont, cerca de Saanen, con chalets históricos de los siglos XVI y XVII.
Isabel en Montenvers. Mer de Glace.

Sión es la capital del Cantón. Es sede episcopal y tiene un aeropuerto que en realidad es una base militar, pero con usos civiles, fundamentalmente en invierno. Hicimos una visita rápida a la basílica de Valère, encaramada a un cerro desde donde se disfruta una buena panorámica de la ciudad.


Breithorngletscher desde Riffelberg.

Aprovechando unas lagunas de desbordamiento del Ródano han montado una zona municipal de recreo llamada Les Îles, muy agradable para una tarde de descanso tras las caminatas. A cinco kilómetros al este, la cueva subterránea de Saint Léonard, la más grande de Europa. Se hace un recorrido en barca de remos.


Monte Rosa (4.634 m.) Liskamm (4.527 m.) Castor (4.223 m.)
Polux (4092 m.) Grenzgletscher, desde Gornergrat 3.089
La segunda mitad, en la parte “alemanique”, tuvo por sede Saas Fee. Se trata de un pueblecito de 1.600 habitantes situado a 1.800 metros de altitud en el centro de un grandioso circo glaciar coronado por algunos de los picos más altos de Suiza (hasta 18 cuatromiles). No circulan vehículos, salvo los cochecitos eléctricos de que disponen los hoteles para trasladar a los clientes gratuitamente desde el gran parking que hay a la entrada.



José Ángel. Matterhorn (4.478 m.) Unter Theodulgletscher

Un teleférico en dos fases seguido de un “Metro Alpino” (récord mundial de altura) te llevan cómodamente a 3.500 metros, a la falda del Allallinhorn (4.027 m.), en medio de las pistas de esquí veraniego y al inicio del camino de los montañeros que van a la cima.

Weisshorn (4.512 m.) desde Gornergrat.
Por el valle de Saas hay otros pueblecitos encantadores con sus cascadas, sus bosques y sus chalets, como Saas Balen y Saas Almagell.

Allalingletscher

Resumo, que me va a quedar muy largo.
En el valle paralelo al oeste del Saastal se encuentra Zermatt. Allí tampoco circulan coches, pero además es que no se puede llegar con vehículo propio. Hay que estacionarlo en Täsch, a unos 6 kilómetros y seguir en tren. Allí se coge un cremallera que te sube al Gornergrat, con una visión espectacular a 360º de 24 cuatromiles, incluídos el Monte Rosa y el Matterhorn, y varios glaciares, como el Gornergletscher.


Trompas Alpinas (Alpenhorn). Zermatt.
Pero esto no era todo. A unos 50 km. de Saas Fee, en Fiesch, se toma un teleférico que te sube al Eggishorn, aproximadamente a la mitad del recorrido del Grosser Aletschgletscher, el mayor glaciar de los Alpes (23 km. de longitud). Desde el mirador, en plena curva, se contempla en toda su extensión, junto con picos como Jungfrau, Aletschhorn, Mönch y Eiger.


Terraza. Saas Fee.

La “tercera mitad” del viaje consistió en un par de noches en Ginebra. Esta ciudad superó mis espectativas. No es una urbe monumental del nivel de otras grandes ciudades europeas, pero pese a su modestia tiene muchos rincones encantadores.

Isabel y Rocío en el Eggishorn (2.926 m.) Aletschgletscher (23 Km.)


Edelweiß. Flor nacional suiza.

Por citar algunos tópicos, la place Bourg de Four, la Catedral, el paseo a la orilla del lago Léman, con su espectacular Jet d’Eau, el parque de La Grange y sus magníficos rosales, la Promenade des Bastions con el muro de los Reformadores, etc.



Théatre de l'Orangerie. Parque de la Grange. Ginebra
Suiza es un país caro, pero hay que considerar que tenía la 4ª mayor renta per cápita del mundo en 2008 (67.385 $ USA, frente a la española de 35.331 $.) Por otra parte los servicios públicos -incluidos especialmente los transportes- son de una excelente calidad.

Cathédrale Saint Pierre. Ginebra.

Tienen además un sistema de democracia “directa” que a mí me parece especialmente envidiable, y un amor a su cultura, a su paisaje, a la belleza, al orden, que algunos podrían tachar de conservadurismo, pero en mi modesta opinión hay cosas que bien vale la pena conservar.

Jet d'eau. Lago Léman. Ginebra.
 Para terminar os recuerdo que Suiza no intervino en ninguna de las dos Guerras Mundiales, aunque no sé si alguno de los lectores pensará que esto es algo que se les debe reprochar.

Isabel y Rocío ante el Muro de los Reformadores. Ginebra.

                                                            Üf widärlüegä!


PS: Podéis ver algunas fotos más, situadas en el mapa, en mi página de Panoramio, pulsando AQUÍ

***Algunos personajes ilustres que sí quisieron vivir en Suiza: Albert Einstein, Richard Wagner, Charles Chaplin, Leon Tolstoi, James Joyce, Mary Shelley, Hermann Hesse, Friedrich Nietzche, Balthus, Elias Canetti, Ernest Hemingway, Lenin, Isabel de Habsburgo (Sissi)…


3 comentarios:

  1. ¡Di que sí, un aplauso a mis países! Léase Alemania, Austria y Suiza, lugares que elegiría para vivir aunque no sea yo ninguna personalidad ilustre. Cuando estos artistas acqampaban por allí y creaban lo que creaban... Como Grieg, Mahler y tantos otros, habitando paisajes de ensueño.
    A tus lectores les remito mi propia crónica del mismo viaje.
    Muchas gracias por haberme hecho descubrir tales bellezas.

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  2. No puedo por menos que brindar mis palabras de elogio a tan completo reportaje comentado de Suiza.
    Es irrelevante que uno/a por razones de índole diversa no desee fijar su residencia en un lugar. Ello no impide admirar en su magnitud las excelencias, que son muchas, de en concreto este país.
    No lo conozco a fondo, pero tangencialmente he estado muy ligada a él a través de mis buenos amigos frncojaponese que han vivido dos décadas justito a un paso de Gèneve, en Thoiry, France.
    Ellos nos acogieron en su casa un par de ocasiones.
    he disfrutado enormemente con la vista de los Alpes, tan altivos, altaneros y altos rozando los cielos, vaya, de qué modo.
    Felicidades por todo, José Ángel.
    Un abrazo

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  3. Muchas gracias, Pilar, por la parte que me toca -la mínima- de tus elogios, porque el mérito de esas maravillas no pertenece a las fotografías, sino a ese increíble paisaje. Pocas zonas como los Alpes, y especialmente el Berner Oberland, el Valais y el macizo del Mont Blanc permiten el disfrute de escenarios tan impresionantes y tan diversos en un radio tan reducido. Picos vertiginosos, glaciares, cascadas, lagos y bosques perfectamente accesibles gracias a los múltiples funiculares, teleféricos y telecabinas.
    Gracias de nuevo.
    Un abrazo.

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