Si dijese que
prefiero que gane Italia estaría poniendo en peligro mi vida, mi hacienda y mi
honor. Y no creo que la cosa cambiase mucho por más que razonase esta
afirmación. Pero la verdad es que si se piensa fríamente, la victoria de España
no nos supone ninguna ventaja personal a ninguno de los españoles de a pie,
mientras que nos arriesgamos a sufrir los ruidos, desórdenes callejeros, daños
en fuentes y otros monumentos públicos e incluso algún fallecimiento por
síncope o accidente debido a la euforia.
Y por otra parte,
por favor, no olvidemos que el fútbol es sólo un deporte, uno de los muchos que
hay, en el que unos cuantos chavales se ganan una millonada que les pagamos
directa o indirectamente incluso los que pasamos de ellos por dar unas cuantas
patadas -espero que muy bien dadas- a un balón. Imagino que si yo fuese uno de
tantos deportistas que tienen que pagar de su bolsillo su entrenamiento para
conseguir méritos internacionales que no cuentan con el reconocimiento de casi
nadie, estaría bastante cabreado. Y eso sin hablar de artistas, investigadores,
intelectuales, etc. que han realizado labores impagables por la sociedad a base
de sacrificios personales, mendigando subvenciones y sin el menor
reconocimiento fuera de los estrechos círculos profesionales.
Así que no apostaré
por la victoria de los italianos, pero al menos permítanme que desee
simplemente que gane el mejor. Me reservo mi patriotismo para cosas que me
parecen mucho más dignas.